Quisiera pedirte, en esta noche de azules
y roca,
imposibles y pasados guardados en un cofre.

Yo vengo de la noche, de esta misma noche,
y de los bares.
Tú vienes de la primavera, de los campos
de trigo al sol, del frescor de los atardeceres
de marzo y de la risa húmeda de las naranjas.
En tus ojos la noche, esta misma noche, es de color
amarillo.

Y yo quiero pedirte remontar los torrentes de tu espalda,
dormirme a la sombra de tu pelo,
bailar en tu boca de agua y emigrar, junto a las
gaviotas, a tu vientre desnudo.
Tu vientre, que es de leche y sabe a eternidad.
Allá van a diluirse los borrones de mi memoria.

Quisiera jugar entre las flores de tu pecho
y emborracharme con su aroma,
Navegar entre los cauces escondidos de tus brazos
en un barco de miel y sombras.

Quisiera aferrarte entre mis brazos, fundirme a ti,
proteger mi desnudez entre tus curvas
y buscar las melodías perdidas
en la guitarra de tus piernas,
en tus muslos de sangre y carne.
Alimento infinito.
Camino infinito.

Pero llega la hora de la verdad y mis
Naves naufragan en un remolino de miedos y nostalgias
sin apenas tiempo para quemarlas.
De tu mirada sale luz,
de tus palabras, sol de mediodía,
y yo no me atrevo a pedirte nada.

Tú me conoces.
Yo te ofrezco mis manos.
Te tumbas sobre mi poema
Y es más que suficiente.
Te tumbas sobre mi poema.
Me basta.